A 8 AÑOS DE LAS JORNADAS DEL 19 Y 20 DE DICIEMBRE DE 2001
Una estrategia para vencer
Por Manolo Romano y Ruth Werner
Este 19 de diciembre, a 8 años de las Jornadas del 2001 que echaron al gobierno hambreador y entreguista de De La Rúa, el PTS convoca a marchar unitariamente a Plaza de Mayo y en todas las ciudades del país. Mientras la flamante “unidad” de las patronales del campo y la industria preparan una manifestación de derecha en Palermo el 10 de diciembre, los Kirchner impiden la entrada a Plaza de Mayo de los movimientos piqueteros no oficialistas. El 19 vamos todos a una gran manifestación de las organizaciones obreras, de desocupados y estudiantiles combativas, de los organismos de derechos humanos y de la izquierda. Marchemos con los delegados de Kraft, por la reincorporación de todos los despedidos y contra los juicios de desafuero que pretende la patronal yanqui. Marchemos por el reconocimiento del sindicato del Subte y contra las expulsiones de los delegados de base del SMATA Córdoba y la UOM Campana. Levantemos una nueva bandera para todo el movimiento obrero: ocupados y desocupados, la lucha es una sola; fuera la burocracia sindical.
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A 8 años de las jornadas del 2001, al gobierno de los Kirchner no se le ocurrió mejor idea que militarizar la Plaza de Mayo para impedir que manifiesten los movimientos de desocupados que piden “trabajo sin clientelismo”. Las clases medias que arremetían contra los bancos confiscadores de sus ahorros y decían “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, han sido ganadas en su mayoría por la propaganda de los medios que demoniza a los pobres. El gran problema nacional para los medios es el “caos vehicular”, no si mueren 20 de cada mil niños al nacer en La Matanza. Pusieron 10 mil millones de dólares en un día para pagarle al FMI una deuda contraída por los capitalistas y para millones de desocupados muestran como una hazaña haber destinado sólo 10 mil millones de pesos para la asignación por hijo a quienes mantienen desocupados o con trabajo en negro.
Pero los trabajadores ocupados que no irrumpieron en la crisis del 2001, por el miedo a la desocupación y el chaleco de fuerzas de la burocracia sindical de Moyano que apostó a la devaluación de Duhalde, hoy cuentan con nuevas fuerzas. Con la enorme lucha de los 2600 obreros y obreras de Kraft contra los despidos masivos y en defensa de los delegados que la multinacional intentó descabezar, se abrió otro camino. La cúpula de los sindicatos sufre un ataque de nervios ante el surgimiento del “sindicalismo de base”. No podrán detenerlo con la campaña de expulsiones y patotas contra los delegados como en el SMATA Córdoba o la UOM de Campana, ni con las amenazas de Moyano y Belén de la CGT contra “la zurda loca” ni con fraudes como el de los dirigentes de la CTA en el SUTEBA La Plata para desconocer el triunfo de la lista de izquierda. Tampoco lo frenarán con las trampas del gobierno y su Ministerio de Trabajo que intenta imponerles “actas de paz social” como en Terrabusi y el Subte. Los verdaderos “hijos del 2001”, los tres millones que ingresaron a su primer empleo en los últimos años, son la base de la rebeldía que tiene como primer blanco a los burócratas entregadores de las conquistas obreras como Daer en la alimentación o Fernández en la UTA. Tienen razón los jefes de los empresarios en estar “preocupados por una escalada del conflicto social”, como declaran. El nuevo movimiento obrero que está despuntando es una amenaza al programa de shock contra la clase obrera que lanzaron desde la Conferencia de la Unión Industrial Argentina, alentado por la familia Rocca de Techint y los Pagani dueños de Arcor junto la Mesa de Enlace agraria: un dólar más alto, ningún control de precios y topes al aumento de salarios por debajo de la inflación, como acostumbran a pactar con los viejos dirigentes sindicales hoy cuestionados.
Desde el 2001 han cambiado muchas cosas para que todo siga igual. Aquellos a quienes el pueblo les gritaba “que se vayan todos” hoy se pelean por los cargos en el Congreso nacional o a sillazos como en la Legislatura del Chaco, mientras votan una “reforma política” para perpetuar en el poder a los viejos partidos de peronistas y radicales. El partido de gobierno está apoyado en la burocracia sindical de los Zanola que ya no sólo se hacen millonarios al frente de los sindicatos sino directamente lucran con la salud, la vida y la muerte, de sus propios afiliados. En los punteros políticos y los intendentes que manejan la beneficencia estatal para evitar nuevas rebeliones del hambre como las del 2001, mientras sostienen con la mafia policial el negocio de los desarmaderos reclutando para robar a su servicio, como mano de obra esclava del “gran delito”, en el medio millón de jóvenes que no pueden acceder a un trabajo y un estudio. Mientras empujan a la miseria a los hijos de la clase trabajadora, las policías del gatillo fácil se cobran una vida cada 28 horas en la Argentina en nombre de “combatir la inseguridad”. La opción de la derecha puede verse en la Capital: más mano dura, espías contra los trabajadores del sindicato de los docentes que luchan por el salario y grupos de barrabravas con uniforme, como la UCEP, para desalojar del “espacio público” a los sin techo, en medio del descomunal déficit de viviendas y el hacinamiento en “villas de emergencia” a metros de las lujosas construcciones para los ricos y la especulación inmobiliaria en Puerto Madero. Junto a la Coalición Cívica y la UCR proponen como alternativa menos impuestos para las patronales agrarias que exportan soja y superexplotan a los peones rurales. Esto es todo lo que tiene para ofrecer la clase capitalista.
Lo realmente nuevo es que comenzó la emergencia del movimiento obrero. Luchamos para que el reclamo de la democracia sindical que recorre hoy los gremios se desarrolle en la perspectiva de terminar con la gran conquista del capitalismo en los ’90 en todo el mundo, la división de las filas de la clase trabajadora. Por ello impulsamos la recuperación de las comisiones internas y los cuerpos de delegados para que representen a todos, los que están en negro, en blanco y precarizados, y tiendan su mano solidaria hacia los desempleados. Esa es la fuerza que puede imponer el reparto general de las horas de trabajo entre todas las manos, la escala móvil de salarios ajustados con la inflación partiendo del costo de la canasta familiar, y la ocupación de toda empresa que cierre o despida masivamente para luchar su estatización bajo administración obrera. Con este norte apoyamos la constitución del Plenario de Trabajadores Clasistas que encabezan los dirigentes de Zanon y del Sindicato Ceramista de Neuquén, la Comisión Interna de Kraft-Terrabusi, la agrupación clasista de los delegados del Subte, junto a decenas de delegados y comisiones internas de todo el país, que con un programa antipatronal y antiburocrático se disponen a enraizar una corriente nacional en todos los sindicatos de la CGT y la CTA que pelee por congresos con mandatos de base en todas las ciudades y provincias. En 1975 la clase trabajadora creó organizaciones como las coordinadoras interfabriles que fueron las grandes impulsoras y protagonistas de la primera huelga general contra un gobierno peronista.
Como entonces, apostamos a la formación de coordinadoras regionales que unifiquen distintas fábricas en las concentraciones obreras del Gran Buenos Aires, La Plata, Berisso y Ensenada, Córdoba, Rosario y los principales centros urbanos del país, y le abran las puertas a los desocupados y el pueblo pobre que están bajo el dominio del aparato de intendentes y punteros. La gesta de Kraft mostró el embrión de una alianza de clases que si se masifica puede desafiar el poder de los capitalistas: el mismo día los obreros en huelga cortaban la Panamericana en la zona norte del Gran Buenos Aires, los movimientos de desocupados bloqueaban en solidaridad el puente Pueyrredón en la zona sur y los estudiantes del Centro de Filosofía y Letras manifestaban en las calles de la Capital cortando la Avenida Corrientes o frente a las sedes de las corporaciones industriales de la COPAL y la UIA. La fuerza para vencer se encuentra en la unidad que se empeñan en dividir, una gran alianza obrera y del pueblo pobre que plantee una alternativa al poder capitalista de conjunto.
A 8 años de aquellas jornadas de rebelión del 19 y 20 de diciembre, el PTS te invita a marchar en su columna por una perspectiva que prepare la victoria obrera y popular en la próxima crisis aguda a la que nos destina la bancarrota del capitalismo internacional. Como se mostró en el 2001, el hundimiento económico no puede ser respondido luchando sólo en defensa de los intereses particulares de cada sector de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Se necesita un programa común de todos los explotados, una alianza obrera y popular que dirija el blanco hacia el poder político. El PTS convoca a marchar en sus filas por la construcción de un gran partido que actúe tanto en los sindicatos como en las organizaciones de masas del movimiento estudiantil, en la perspectiva de organismos de democracia directa y autodefensa que se conviertan en el embrión de un nuevo Estado de los trabajadores, un partido revolucionario para conquistar un gobierno obrero y popular.
Una estrategia para vencer
Por Manolo Romano y Ruth Werner
Este 19 de diciembre, a 8 años de las Jornadas del 2001 que echaron al gobierno hambreador y entreguista de De La Rúa, el PTS convoca a marchar unitariamente a Plaza de Mayo y en todas las ciudades del país. Mientras la flamante “unidad” de las patronales del campo y la industria preparan una manifestación de derecha en Palermo el 10 de diciembre, los Kirchner impiden la entrada a Plaza de Mayo de los movimientos piqueteros no oficialistas. El 19 vamos todos a una gran manifestación de las organizaciones obreras, de desocupados y estudiantiles combativas, de los organismos de derechos humanos y de la izquierda. Marchemos con los delegados de Kraft, por la reincorporación de todos los despedidos y contra los juicios de desafuero que pretende la patronal yanqui. Marchemos por el reconocimiento del sindicato del Subte y contra las expulsiones de los delegados de base del SMATA Córdoba y la UOM Campana. Levantemos una nueva bandera para todo el movimiento obrero: ocupados y desocupados, la lucha es una sola; fuera la burocracia sindical.
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A 8 años de las jornadas del 2001, al gobierno de los Kirchner no se le ocurrió mejor idea que militarizar la Plaza de Mayo para impedir que manifiesten los movimientos de desocupados que piden “trabajo sin clientelismo”. Las clases medias que arremetían contra los bancos confiscadores de sus ahorros y decían “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, han sido ganadas en su mayoría por la propaganda de los medios que demoniza a los pobres. El gran problema nacional para los medios es el “caos vehicular”, no si mueren 20 de cada mil niños al nacer en La Matanza. Pusieron 10 mil millones de dólares en un día para pagarle al FMI una deuda contraída por los capitalistas y para millones de desocupados muestran como una hazaña haber destinado sólo 10 mil millones de pesos para la asignación por hijo a quienes mantienen desocupados o con trabajo en negro.
Pero los trabajadores ocupados que no irrumpieron en la crisis del 2001, por el miedo a la desocupación y el chaleco de fuerzas de la burocracia sindical de Moyano que apostó a la devaluación de Duhalde, hoy cuentan con nuevas fuerzas. Con la enorme lucha de los 2600 obreros y obreras de Kraft contra los despidos masivos y en defensa de los delegados que la multinacional intentó descabezar, se abrió otro camino. La cúpula de los sindicatos sufre un ataque de nervios ante el surgimiento del “sindicalismo de base”. No podrán detenerlo con la campaña de expulsiones y patotas contra los delegados como en el SMATA Córdoba o la UOM de Campana, ni con las amenazas de Moyano y Belén de la CGT contra “la zurda loca” ni con fraudes como el de los dirigentes de la CTA en el SUTEBA La Plata para desconocer el triunfo de la lista de izquierda. Tampoco lo frenarán con las trampas del gobierno y su Ministerio de Trabajo que intenta imponerles “actas de paz social” como en Terrabusi y el Subte. Los verdaderos “hijos del 2001”, los tres millones que ingresaron a su primer empleo en los últimos años, son la base de la rebeldía que tiene como primer blanco a los burócratas entregadores de las conquistas obreras como Daer en la alimentación o Fernández en la UTA. Tienen razón los jefes de los empresarios en estar “preocupados por una escalada del conflicto social”, como declaran. El nuevo movimiento obrero que está despuntando es una amenaza al programa de shock contra la clase obrera que lanzaron desde la Conferencia de la Unión Industrial Argentina, alentado por la familia Rocca de Techint y los Pagani dueños de Arcor junto la Mesa de Enlace agraria: un dólar más alto, ningún control de precios y topes al aumento de salarios por debajo de la inflación, como acostumbran a pactar con los viejos dirigentes sindicales hoy cuestionados.
Desde el 2001 han cambiado muchas cosas para que todo siga igual. Aquellos a quienes el pueblo les gritaba “que se vayan todos” hoy se pelean por los cargos en el Congreso nacional o a sillazos como en la Legislatura del Chaco, mientras votan una “reforma política” para perpetuar en el poder a los viejos partidos de peronistas y radicales. El partido de gobierno está apoyado en la burocracia sindical de los Zanola que ya no sólo se hacen millonarios al frente de los sindicatos sino directamente lucran con la salud, la vida y la muerte, de sus propios afiliados. En los punteros políticos y los intendentes que manejan la beneficencia estatal para evitar nuevas rebeliones del hambre como las del 2001, mientras sostienen con la mafia policial el negocio de los desarmaderos reclutando para robar a su servicio, como mano de obra esclava del “gran delito”, en el medio millón de jóvenes que no pueden acceder a un trabajo y un estudio. Mientras empujan a la miseria a los hijos de la clase trabajadora, las policías del gatillo fácil se cobran una vida cada 28 horas en la Argentina en nombre de “combatir la inseguridad”. La opción de la derecha puede verse en la Capital: más mano dura, espías contra los trabajadores del sindicato de los docentes que luchan por el salario y grupos de barrabravas con uniforme, como la UCEP, para desalojar del “espacio público” a los sin techo, en medio del descomunal déficit de viviendas y el hacinamiento en “villas de emergencia” a metros de las lujosas construcciones para los ricos y la especulación inmobiliaria en Puerto Madero. Junto a la Coalición Cívica y la UCR proponen como alternativa menos impuestos para las patronales agrarias que exportan soja y superexplotan a los peones rurales. Esto es todo lo que tiene para ofrecer la clase capitalista.
Lo realmente nuevo es que comenzó la emergencia del movimiento obrero. Luchamos para que el reclamo de la democracia sindical que recorre hoy los gremios se desarrolle en la perspectiva de terminar con la gran conquista del capitalismo en los ’90 en todo el mundo, la división de las filas de la clase trabajadora. Por ello impulsamos la recuperación de las comisiones internas y los cuerpos de delegados para que representen a todos, los que están en negro, en blanco y precarizados, y tiendan su mano solidaria hacia los desempleados. Esa es la fuerza que puede imponer el reparto general de las horas de trabajo entre todas las manos, la escala móvil de salarios ajustados con la inflación partiendo del costo de la canasta familiar, y la ocupación de toda empresa que cierre o despida masivamente para luchar su estatización bajo administración obrera. Con este norte apoyamos la constitución del Plenario de Trabajadores Clasistas que encabezan los dirigentes de Zanon y del Sindicato Ceramista de Neuquén, la Comisión Interna de Kraft-Terrabusi, la agrupación clasista de los delegados del Subte, junto a decenas de delegados y comisiones internas de todo el país, que con un programa antipatronal y antiburocrático se disponen a enraizar una corriente nacional en todos los sindicatos de la CGT y la CTA que pelee por congresos con mandatos de base en todas las ciudades y provincias. En 1975 la clase trabajadora creó organizaciones como las coordinadoras interfabriles que fueron las grandes impulsoras y protagonistas de la primera huelga general contra un gobierno peronista.
Como entonces, apostamos a la formación de coordinadoras regionales que unifiquen distintas fábricas en las concentraciones obreras del Gran Buenos Aires, La Plata, Berisso y Ensenada, Córdoba, Rosario y los principales centros urbanos del país, y le abran las puertas a los desocupados y el pueblo pobre que están bajo el dominio del aparato de intendentes y punteros. La gesta de Kraft mostró el embrión de una alianza de clases que si se masifica puede desafiar el poder de los capitalistas: el mismo día los obreros en huelga cortaban la Panamericana en la zona norte del Gran Buenos Aires, los movimientos de desocupados bloqueaban en solidaridad el puente Pueyrredón en la zona sur y los estudiantes del Centro de Filosofía y Letras manifestaban en las calles de la Capital cortando la Avenida Corrientes o frente a las sedes de las corporaciones industriales de la COPAL y la UIA. La fuerza para vencer se encuentra en la unidad que se empeñan en dividir, una gran alianza obrera y del pueblo pobre que plantee una alternativa al poder capitalista de conjunto.
A 8 años de aquellas jornadas de rebelión del 19 y 20 de diciembre, el PTS te invita a marchar en su columna por una perspectiva que prepare la victoria obrera y popular en la próxima crisis aguda a la que nos destina la bancarrota del capitalismo internacional. Como se mostró en el 2001, el hundimiento económico no puede ser respondido luchando sólo en defensa de los intereses particulares de cada sector de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Se necesita un programa común de todos los explotados, una alianza obrera y popular que dirija el blanco hacia el poder político. El PTS convoca a marchar en sus filas por la construcción de un gran partido que actúe tanto en los sindicatos como en las organizaciones de masas del movimiento estudiantil, en la perspectiva de organismos de democracia directa y autodefensa que se conviertan en el embrión de un nuevo Estado de los trabajadores, un partido revolucionario para conquistar un gobierno obrero y popular.
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